via Opinión - El Nuevo Día on 7/21/12
Urgencia social ante el suicidio
La tasa de suicidios registrados en Puerto Rico continúa siendo muy alta y preocupa que las cifras establecidas este año ya se asemejen en proporción a las que se reportaron para esta misma fecha en 2009, cuando el año cerró con un récord de suicidios que alcanzó los 355 casos.Grave error con el Aeropuerto
JOSÉ E. RIVERA SANTANALa privatización del aeropuerto Luis Muñoz Marín puede tener consecuencias graves para el país pues no conviene en lo económico y constituye un riesgo estratégico muy alto por nuesContradictorio 25 de julio
NELSON W. CANALSPocas veces en la historia una fecha tiene tantos significados como el 25 de julio en la historia de Puerto Rico. Incluso, la fecha es importante desde antes de la conquista y coloRetorno
Karisa Cruz Rosado Hace tres semanas que llegué a Puerto Rico. Ando de turista. Y hoy, que me siento a recordar ese día que llegué, pienso en las ilusiones con que venía. La maleta llena. L
A raíz de los asesinatos de jóvenes inocentes ocurridos durante estos pasados meses en Puerto Rico han surgido varios grupos y convocatorias de marchas para hacer un llamado a la ciudadanía a unirse por la paz y la tranquilidad en un Puerto Rico cada día más abatido por la criminalidad.
Jóvenes como Stefano, Julián, Walter, Wilfredo y Patricia, entre otros, han caído víctimas a manos de, precisamente, otros jóvenes.
Jóvenes que andan en la calle robando, asaltando y matando para poder sobrevivir en un Puerto Rico desprovisto de oportunidades. No es que ellos no se hayan esforzado y estén por malos caminos, sino que los malos caminos son creados por la ineficiencia de políticas públicas y programas sociales.
¿Quién saca la cara por estos otros jóvenes que no tienen acceso a una educación pública de calidad, a una comunidad segura y libre de narcotráfico, a oportunidades decentes de trabajo, a una familia que les inculque valores y los críe libre de prejuicios?
No puedes combatir el crimen sin combatir la desigualdad en todas sus manifestaciones y la falta de oportunidades.
“Hoy es un buen día para tener paz” se titula la marcha convocada para el 12 de agosto frente al Capitolio. Hoy es un buen día para pensar en estos jóvenes.
Hoy también es un buen día para cambiar los programas de política social y juvenil que no están dando frutos y crear más oportunidades para todos aquellos jóvenes que no tienen a donde más recurrir.
Luchemos por un Puerto Rico más próspero para todos nuestros jóvenes sin distinción alguna. Solo así tendremos verdadera paz.
Débora L. Aponte Martínez
San Juan
Jóvenes como Stefano, Julián, Walter, Wilfredo y Patricia, entre otros, han caído víctimas a manos de, precisamente, otros jóvenes.
Jóvenes que andan en la calle robando, asaltando y matando para poder sobrevivir en un Puerto Rico desprovisto de oportunidades. No es que ellos no se hayan esforzado y estén por malos caminos, sino que los malos caminos son creados por la ineficiencia de políticas públicas y programas sociales.
¿Quién saca la cara por estos otros jóvenes que no tienen acceso a una educación pública de calidad, a una comunidad segura y libre de narcotráfico, a oportunidades decentes de trabajo, a una familia que les inculque valores y los críe libre de prejuicios?
No puedes combatir el crimen sin combatir la desigualdad en todas sus manifestaciones y la falta de oportunidades.
“Hoy es un buen día para tener paz” se titula la marcha convocada para el 12 de agosto frente al Capitolio. Hoy es un buen día para pensar en estos jóvenes.
Hoy también es un buen día para cambiar los programas de política social y juvenil que no están dando frutos y crear más oportunidades para todos aquellos jóvenes que no tienen a donde más recurrir.
Luchemos por un Puerto Rico más próspero para todos nuestros jóvenes sin distinción alguna. Solo así tendremos verdadera paz.
Débora L. Aponte Martínez
San Juan
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¿Que credibilidad atribuyes a versiones de Pablo Casellas sobre asesinato de su esposa?
| Mucha credibilidad |
| Un poco de credibilidad |
| Ningún tipo de credibilidad |
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via Opinión - El Nuevo Día on 7/20/12
UNA SERIA LECCIÓN SOBRE LOS DERECHOS
La excarcelación de Jordan Ayala Cruz, el joven de 21 años que pasó dos semanas preso sin fianza en la jurisdicción federal, falsamente imputado por el asesinato del adolescente Stefano Steenbakkers, debe golpear como aldabonazo en las conciencias de quienes apoyan la enmienda constitucional para limitar el derecho absoluto a la fianza en Puerto Rico.SUICIDIO EN ADOLESCENTES
CAROLYN SÁNCHEZ PÉREZTenemos que ayudar a nuestros jóvenes a identificar lo que los deprime y ayudarlos a superarlo. El Gobierno podría tener psicólogos clínicos en las escuelas y hacerles a los estudiINCONSCIENCIA Y CRIMINALIDAD
EDWIN A. CASTROEl sistema de justicia criminal necesita urgentemente renovar sus técnicas de prevención y disuasión e integrar profesionales en el tema de la criminalidad, los criminólogos.Que el pueblo haga la reforma
JENNIFFER GONZÁLEZ COLÓNEl 10 de octubre de 2011 la Asamblea Legislativa completó la aprobación de la Resolución Concurrente del Senado Núm. 35, cumpliendo el compromiso programático del PNP, para consulSin palabras
Huáscar Robles CarrasquiloConocí a Bruce y a Luis. Son guapos. Uno de Canadá; el otro de Brasil. Exhiben hoyuelos en las mejillas y se te hace difícil odiarlos cuando ves que sus ojos se encuentran en medio
Como pocas veces, a principios de este año le comenté a varias amistades que quería celebrar mi cumpleaños frente al mar, en una mesa especial, azul cielo, pero sencilla y llena de gente que era importante para mí. Pero, una propone y Dios dispone.
Lo celebré, sí. Pero inesperadamente. Fue a mediados de abril en la Unidad de Cuidado Intensivo del Hospital Oncológico del Centro Médico, dos semanas después de haber sido diagnosticada con cáncer en varios órganos, metástasis. Lo celebré inmersa en un dolor indescriptible pero con la alegría de –sin poder hablar– ver la cara de mucha gente buena, amigas y amigos que no me dejaron sola, amén del personal del Hospital que se portó como una verdadera familia conmigo… a pesar de mis perretas, rebeldía, coraje, frustración y las mil y una preguntas de por qué, por qué ahora y por qué a mí.
El cáncer no era nuevo para mí.
Trabajé por casi 10 años en una farmacéutica que además de tener una importante división de productos oncológicos lideraba varios programas comunitarios preciosos para brindarles apoyo al paciente y a los cuidadores. Lo hice con mucho compromiso siempre, como debe ser. Y me llenó de satisfacción y humanidad.
Pero, esta enfermedad era aun más personal.
Crecí al lado de una madre enferma de cáncer a la que perdí a los ocho años y a quien no recuerdo conocer ni hablarle fuera de la cama de posiciones. Nunca supe si me escuchaba. Usaba una campana para comunicarse porque no podía hablar. No la tuve nunca. La recuerdo en fotos y era hermosa.
No tuve una madre para jugar, para compartir, para comentarle travesuras o para hacerle preguntas importantes o triviales que toda hija hace a su madre. Para una hija única esta es un experiencia dura que te marca de por vida, te abate, te destruye y, a pesar de los años, no se suaviza.
Es lo mismo que ver a la abuela que se hizo cargo de mi crianza, quien hizo de tripas corazones para dividir su tiempo entre cuidar a su hija moribunda y atender con ternura desmedida y consentidora a su nieta, quien a pesar de ver todo el proceso y el corre y corre con médicos y enfermeras, no tenía entonces la capacidad para entender el dolor que los quemaba y los iba consumiendo por dentro, a todos.
A finales de marzo de este año, un dolor estomacal agudo, me llevó en un recorrido por varios hospitales de San Juan hasta que un doctor detectó una inmensa masa de casi 40 libras que amenazaba con terminar mi vida. De golpe y porrazo.
Como es natural, y todo paciente lo sabe, una horrenda incredulidad e impotencia se apodera de ti al punto de creer que todo es un error garrafal. Qué poca cosa somos en un universo infinito. Se piensa de todo… Que no hay forma en la vida que eso te pueda estar pasando a ti. Que quieres salir corriendo y llegar a Venus o a otra galaxia… que te urge despertarte de una pesadilla que no parece tener fin. Y no lo tiene.
Pero pasa y te pasa. Y el cáncer no se desvanece. Te consume. Te come. Te quieres morir. Y te quieres desaparecer. Y me atrevo a decir que pasa en casi todas las familias puertorriqueñas. El cáncer no discrimina. Me recuerda una campaña de la Sociedad Americana del Cáncer que celebra los cumpleaños.
Claro, todos queremos seguir celebrando con velas. Pero, debemos también celebrar la vida, los días, los momentos y los segundos; la amistad cuando es verdadera, las caricias, las atenciones.
La vida, la que sea y con quien el destino te ponga al frente y de cerca, porque la vida es un milagro que se celebra todos los días. Todos los días.
Doy gracias a Dios por los primos que viajaron para estar conmigo un rato, por los amigos leales de siempre, por las amigas que conozco desde kínder hasta hoy y por el afecto de sus mamás que me siguen queriendo, por los parientes que se habían distanciado y llegaron, por compañeros de trabajos anteriores y, sobre todo, por los colegas periodistas y relacionistas, que no me dejaron sola ni un solo segundo. Por los que a pesar del problemón del parking, llegaban al cuarto y entre lágrimas, globos, anécdotas y chistes me recordaron quién soy, qué doy y puedo seguir dando; y lo más importante, me devolvieron la esperanza. Me colmaron de alegría, risas y carcajadas. Y este círculo de apoyo y amor es mejor que cualquier medicina o quimioterapia.
No sé el tiempo que me queda. Nadie lo sabe. Los médicos son muy parcos y discretos. Lo que sí sé, es que, aun con una vida conflictiva llena de obstáculos, errores y tristezas, he vivido a mi manera una vida muy completa, muy llena y muy feliz. Y lo que me quede por seguir aquí, Dios me dé salud y sentido del humor, lo pienso vivir igual. Con amor, con bromas, con maldades y rodeada de la gente que siempre me ha apoyado y a pesar de mí y de mis altos y bajos… siempre, siempre ha estado a mi lado. Gracias.
Iris Edén Santiago
Periodista y relacionista pública licenciada
Lo celebré, sí. Pero inesperadamente. Fue a mediados de abril en la Unidad de Cuidado Intensivo del Hospital Oncológico del Centro Médico, dos semanas después de haber sido diagnosticada con cáncer en varios órganos, metástasis. Lo celebré inmersa en un dolor indescriptible pero con la alegría de –sin poder hablar– ver la cara de mucha gente buena, amigas y amigos que no me dejaron sola, amén del personal del Hospital que se portó como una verdadera familia conmigo… a pesar de mis perretas, rebeldía, coraje, frustración y las mil y una preguntas de por qué, por qué ahora y por qué a mí.
El cáncer no era nuevo para mí.
Trabajé por casi 10 años en una farmacéutica que además de tener una importante división de productos oncológicos lideraba varios programas comunitarios preciosos para brindarles apoyo al paciente y a los cuidadores. Lo hice con mucho compromiso siempre, como debe ser. Y me llenó de satisfacción y humanidad.
Pero, esta enfermedad era aun más personal.
Crecí al lado de una madre enferma de cáncer a la que perdí a los ocho años y a quien no recuerdo conocer ni hablarle fuera de la cama de posiciones. Nunca supe si me escuchaba. Usaba una campana para comunicarse porque no podía hablar. No la tuve nunca. La recuerdo en fotos y era hermosa.
No tuve una madre para jugar, para compartir, para comentarle travesuras o para hacerle preguntas importantes o triviales que toda hija hace a su madre. Para una hija única esta es un experiencia dura que te marca de por vida, te abate, te destruye y, a pesar de los años, no se suaviza.
Es lo mismo que ver a la abuela que se hizo cargo de mi crianza, quien hizo de tripas corazones para dividir su tiempo entre cuidar a su hija moribunda y atender con ternura desmedida y consentidora a su nieta, quien a pesar de ver todo el proceso y el corre y corre con médicos y enfermeras, no tenía entonces la capacidad para entender el dolor que los quemaba y los iba consumiendo por dentro, a todos.
A finales de marzo de este año, un dolor estomacal agudo, me llevó en un recorrido por varios hospitales de San Juan hasta que un doctor detectó una inmensa masa de casi 40 libras que amenazaba con terminar mi vida. De golpe y porrazo.
Como es natural, y todo paciente lo sabe, una horrenda incredulidad e impotencia se apodera de ti al punto de creer que todo es un error garrafal. Qué poca cosa somos en un universo infinito. Se piensa de todo… Que no hay forma en la vida que eso te pueda estar pasando a ti. Que quieres salir corriendo y llegar a Venus o a otra galaxia… que te urge despertarte de una pesadilla que no parece tener fin. Y no lo tiene.
Pero pasa y te pasa. Y el cáncer no se desvanece. Te consume. Te come. Te quieres morir. Y te quieres desaparecer. Y me atrevo a decir que pasa en casi todas las familias puertorriqueñas. El cáncer no discrimina. Me recuerda una campaña de la Sociedad Americana del Cáncer que celebra los cumpleaños.
Claro, todos queremos seguir celebrando con velas. Pero, debemos también celebrar la vida, los días, los momentos y los segundos; la amistad cuando es verdadera, las caricias, las atenciones.
La vida, la que sea y con quien el destino te ponga al frente y de cerca, porque la vida es un milagro que se celebra todos los días. Todos los días.
Doy gracias a Dios por los primos que viajaron para estar conmigo un rato, por los amigos leales de siempre, por las amigas que conozco desde kínder hasta hoy y por el afecto de sus mamás que me siguen queriendo, por los parientes que se habían distanciado y llegaron, por compañeros de trabajos anteriores y, sobre todo, por los colegas periodistas y relacionistas, que no me dejaron sola ni un solo segundo. Por los que a pesar del problemón del parking, llegaban al cuarto y entre lágrimas, globos, anécdotas y chistes me recordaron quién soy, qué doy y puedo seguir dando; y lo más importante, me devolvieron la esperanza. Me colmaron de alegría, risas y carcajadas. Y este círculo de apoyo y amor es mejor que cualquier medicina o quimioterapia.
No sé el tiempo que me queda. Nadie lo sabe. Los médicos son muy parcos y discretos. Lo que sí sé, es que, aun con una vida conflictiva llena de obstáculos, errores y tristezas, he vivido a mi manera una vida muy completa, muy llena y muy feliz. Y lo que me quede por seguir aquí, Dios me dé salud y sentido del humor, lo pienso vivir igual. Con amor, con bromas, con maldades y rodeada de la gente que siempre me ha apoyado y a pesar de mí y de mis altos y bajos… siempre, siempre ha estado a mi lado. Gracias.
Iris Edén Santiago
Periodista y relacionista pública licenciada
585
1706
2636
3602
¿Cuál crees que sería el efecto de la limitación del derecho absoluto a la fianza?
| Una mayor capacidad del Estado en la lucha contra el crimen. |
| Un mecanismo con el que saldrán más perjudicados los sectores más pobres. |
| Un ejercicio inútil que no tendrá efecto alguno en la creación de un clima de seguridad. |
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